El infierno existe, sí, ahora lo sé.

El infierno existe y está dentro de mí.

Yo no sé si tú tienes el tuyo propio pero yo he podido conocer el mío.

No llegué por gusto, ni de visita. Me precipité sin buscarlo, sin saber que iba. De repente me vi allí sola, perdida, desesperada, sucia. Una fuerza vital muy poderosa tiró de mí, me empujó y me dejó allí tirada, confiando en mi fortaleza.

Mi infierno es oscuro, denso, opaco, angustioso. No hay nada. No hay nadie. Solo sombras, templada humedad, vacío. Solo vacío. Nada más.

Y yo me siento horrorizada, asustada, incómoda, angustiada. Quiero salir y no puedo porque ya estoy en mí. Quiero escaparme y es imposible huir de mí. Quiero que se acabe y no está en mi mano ponerle fin.

No tengo poder. He perdido el control. Solo me queda permanecer en lo que hay. Y respirar. Y llorar. Puedo cerrar los ojos y llorar mientras respiro. Dolorida. Asustada. Derrotada. Puedo sentir mis lágrimas recorriéndome el rostro, el dolor en mis articulaciones, el suelo firme. Me sostiene.

Me sostengo.

Dejo de llorar. Inhalo profundo y así como estoy me doy cuenta de que aún me sostengo. Estoy viva. Respiro y me sostengo.

Y esto que he contado en palabras y que se lee en dos minutos duró una eternidad interminable. Estuve allí horas, días, semanas enteras, de día y de noche. Sin fin. Sin escapatoria. Sin mensaje alguno.

¿Para qué? ¿Qué sentido tenía vivenciar todo aquel infierno de pesadilla?

Las respuestas no llegan cuando las quiero, cuando ando desesperada. Las respuestas aparecen cuando estoy preparada para recibirlas.

Para recibir qué no soy nadie porque lo soy todo. Para despojarme de todas las etiquetas porque son insulsos abalorios mentales, hijos bastardos de los condicionamientos externos. Para darme cuenta de que mi abismo es transitable, como mi miedo. Que hay fortaleza y luz en mi ser, igual que me habitan tinieblas y vulnerabilidad. Que no soy más ni mejor sino solo humana. Una simple y sencilla criatura humana. Nada más. Nada menos. Energía vital en acción o paralizada. Belleza y fealdad. Control y caos. Bondad y maldad. Cielo e infierno.

Siguen llegando respuestas sin cesar. En múltiples formas: imágenes, sueños, repentinos insights que si no atrapo se esfuman hasta la próxima ráfaga de intuición, melodías, poemas, palabras dichas con conciencia y desde el corazón…

Y la puerta de mi infierno abierta de par en par.

Ahora sé que existe, conozco el camino y no temo volver.


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