Eres adictivo.
Rectifico: lo que me ofreces es adictivo.
Vuelvo a corregirme: me quedé enganchada, adicta a eso que tú me dabas.
Adicción: «Dependencia de sustancias o actividades nocivas para la salud o el equilibrio psíquico.»
Adicto: «Dicho de una persona: que tiene adicción a algo o a alguien.»
Adictivo: «Dicho especialmente de una droga: que, empleada de forma repetida, crea necesidad y hábito.» (DRAE)
Sé muy bien de qué hablo. Me reconozco como una persona con tendencias adictivas. A las harinas, al azúcar, al alcohol, al hacer, a la mirada del otro, a la intensidad, a las emociones… Ésas son las más evidentes, las sostenidas en el tiempo, las de mayor peso en mi historia. No me avergüenza reconocerlo. Al contrario, me libera. Y me libera aún más darme cuenta que desengancharme depende de mí. Mía es la responsabilidad y en mí reside el poder para cambiar lo que desee.
También necesito ver la raíz , de dónde viene esa necesidad, qué genera este vacío. La falta de amor.
En mi caso siempre ha habido cuidados, sí; y las necesidades básicas estuvieron siempre cubiertas. Pero no fui vista como realmente era, así que tampoco fui amada por quien yo era. De hecho el mensaje tácito era el siguiente: «como tú eres, no«. Un gran peso para una niña. No es dramático, no es ninguna tragedia. Es jodido, y triste, nada más.
Todas podemos sobrevivir y salir adelante con ello. Todas logramos tener vidas funcionales, al menos en lo visible. Todas acarreamos nuestro agujero negro por dentro. Todas albergamos un vacío más o menos insondable. Todas necesitamos llenarlo para poder sobrevivir. Cada una encontramos nuestras vías, y en ellas, nuestras particulares adicciones. Pero ese vacío, siempre, en todos los casos, es de amor.
Nuestro error, tan humano por otra parte, es creer que algo externo va a poder llenar ese hambre de amor, ese misterioso hueco. Ya sea sustancia, hábito, persona, actividad… Algunas veces además se disfrazan de formas tan intrincadas que nos parecen saludables, deseables, necesarias… Pero si empiezo a notar que no puedo pasar sin ello, que lo necesito para continuar, que me vuelvo un poco o bastante loca si no lo tengo accesible, si me descubro justificando que lo hago porque quiero, porque me gusta, porque es placentero y me lo merezco y no estoy viendo el daño que me causa, entonces, querida mía, ya se ha vuelto adicción.
Me está costando poco más de once meses desengancharme de eso que tú me dabas y que se me volvió adictivo.
Desenganchar: «3. tr. coloq. Hacer que alguien deje un hábito compulsivo, especialmente el de la droga.»
Ahora empiezo a verlo con distancia, a comprobar los efectos nocivos. Uno de ellos que antes se me escapaba es la pérdida de poder. Permanecer enganchada me resta poder. Claro, la ‘droga’ tiene un efecto narcótico, adormecedor, tapa el vacío. Pero jamás lo llena. Nunca. Tal vez si estamos alerta puede mostrarnos el camino, la dirección: «mira, ¿ves esto?, pues por aquí no es«, nos dice, aunque por otro lado nos está colmando con cantos de sirena irresistibles. Hay que ver más allá, leer entre líneas, hacerse un escáner diario y valorar los daños, porque los hay siempre, y tanto el cuerpo como nuestras actitudes los van evidenciando.
Soltar el enganche lleva el tiempo que lleva. Depende de la persona, de la dimensión de su vacío, de cuánto hace que está atrapada, de si se da cuenta o no quiere ver, de los apoyos con los que puede contar, de las ganas de vivir consciente…
Dicen los que se saben adictos que lo son toda la vida, aunque dejen de consumir. Me parece una manera de mantenernos alerta, atentas, con la luz encendida.
Empiezo a sentir que eso que me dabas y que me resultaba adictivo ha perdido su poder. De hecho lo está perdiendo por días. Me he sorprendido sintiendo que ya no es atractivo, que incluso en ocasiones me genera rechazo, asco, repulsión. No es que me des asco tú o yo, lo que pasó o lo que hemos compartido. Es como cuando las tres cucharadas de azúcar que solía ponerle al té se volvieron intolerables o cuando me daban arcadas al oler la leche caliente. Fui reduciendo poco a poco el consumo, acostumbrándome a las dosis más bajas, asistiendo a los cambios que en mí se producían. Me ha llevado tiempo, años. Ahora no estoy ahí, no puedo tolerar la leche ni tanto azúcar, mi cuerpo lo rechaza.
Poner distancia y estar en un estado de autocuidado en contacto profundo conmigo han hecho la magia y han sido mi medicina y mi tratamiento de desintoxicación.
Desintoxicar: «Eliminar la intoxicación o sus efectos de alguien o de algo.«
Estoy en guardia, no me despisto. He aprendido mucho en este tramo de camino. Sé que mis trampas pueden seguir sorprendiéndome pero ahora las tengo mejor identificadas. Estoy más preparada. Me siento fuerte. Y clara. Sé que soy valiente. Quiero vivir libre y plena. En salud.
Salud:
1. f. Estado en que el ser orgánico ejerce normalmente todas sus funciones.
2. f. Condición física y psíquica en que se encuentra un organismo en un momento determinado.
3. f. Libertad o bien público o particular de cada uno.
4. f. Rel. En el cristianismo, estado de gracia espiritual.
5. f. Rel. En el cristianismo, salvación (consecución de la gloria eterna).
Descubre más desde lamujerinterna.com
Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.