Las emociones son material inflamable.

A la mínima, con un soplo de brisa, la llama se expande. Si agrego alguna sustancia combustible, sale todo ardiendo.

No puedo desvincularme de mis emociones, como tampoco puedo desapegarme de la piel que me cubre o de la osamenta que me sostiene ni bloquear las ideas y pensamientos que mi mente genera en cascada. Todo hace parte de mí y a la vez, yo no soy nada de eso.

Ante la efusividad emocional cuando actúa como un lanzallamas o se erige cual devastador volcán en erupción, practico el traer esa cualidad serena que es la ecuanimidad. Una templada manera de mirar, de ser y de estar, en equilibrio, neutral, imparcial, en paz conmigo y con lo que me rodea, sin enredarme ni dramatizar.

Sé que voy a seguir enfadándome, frustrándome, alegrándome, fascinándome. Que voy a reírme a carcajadas y a entregarme al llanto. Que el asco volverá a tomarme y que voy a amar con intensidad hasta que muera, e incluso más allá de mi muerte. Todo eso va a seguir sucediendo, sí, porque hace parte de mi humanidad. Procuraré no alimentar la chispa que prende la llama que acelera el incendio. Eso también está en mi mano. Una actitud me lleva al exceso, a menudo al sufrimiento y la devastación. La otra a un estado de aceptación y serenidad que atenúa cualquier dolor y expande la dicha. Yo elijo.

Las emociones, como los pensamientos rumiantes y las fantasías, por hermosas que parezcan, son ilusorias e inflamables. No quiero construirme más sobre un polvorín. Prefiero plantar mis pies en la tierra y arraigarme en lo que me hace crecer desde abajo y desde dentro.

Tengo a los mejores compañeros de camino. Mi cuerpo me va a avisar. La intuición será mi guía. Y si me pierdo, me confundo o fracaso en seguir sus indicaciones, siempre puedo parar, todo el tiempo que necesite, respirar con conciencia, descansar, y una vez ahí, de vuelta en mí, seguro que se me revelará el siguiente paso.

No, mi emoción no es siempre una acompañante fiable, como no lo son siempre mis ideas y pensamientos. Saber diferenciar unos de los otros es una gran clave de este viaje.