Hoy se rompió el último vaso de los que compramos juntos al venir a vivir aquí.

14 años. 8 vasos. 2 colchones. 4 almohadas. 6 toallas de ducha. 5 juegos de sábanas. 3 sartenes anti adherentes. 2 ollas. 1 tocadiscos. 1 reproductor de DVDs…

Hubo copas (muchas) y tazas (menos). Pero estos vasos eran anchos, fuertes, sobrios, resistentes. Y aún así fueron cediendo al uso.

Éste se rompió, solo, de verdad. Fui a beber de él esta mañana y le descubrí una grieta interna. No corta. No es peligrosa. Aún. Puede llegar a serlo. Anoche no la tenía y hoy amaneció así, atravesado por ella.

Creo que tengo que tirarlo. Y no puedo. Lo pienso y me mareo. Tengo ganas de vomitar. Se me revuelven las tripas. No sé por qué. No lo entiendo. Si ya tiré otras cosas tuyas, nuestras, de entonces. Tiré, regalé, doné, reciclé. Y alguna que otra guardé. Pero este vaso…

Quizás algo se esté cerrando del todo con este crack que no provoqué ni oí pero que aún así, sucedió. Quizás ese cerrar del todo sea lo que me asusta. Quizás no quiero. Tal vez no puedo. Quizás el vaso decida por mí.

Tal vez.


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