Aunque tras el impacto (para mí lo fue) pusimos en común lo que entonces pudimos para darle el fin necesario, ha sido justo ahora, poco más de tres meses después, cuando siento dentro de mí que este asunto se cierra porque todo cobra sentido. La sensación llega en torno a mi cumpleaños, como un regalo infinito que voy desenvolviendo despacio y que me va sorprendiendo con una y otra revelación a medida que retiro las capas de papel que con tanto primor la Vida ha colocado para mí.

Me he dolido durante este tiempo por la pérdida, por la frustración, por el enganche interno y por un vacío, de comprensión y de algo más: algo relevante, tal vez lo más importante, se me estaba escapando y yo no sabía qué era ni cómo acceder a ello. En estos últimos días las piezas parecen haber ido mostrándose y encajando solas, sin yo esforzarme, sin tener yo que hacer nada, sin ponerme a la tarea. Solo me he colocado presente en mi ahora y todo se ha ido desvelando de manera orgánica.

La primera comprensión tiene que ver con la certeza de que estamos en lugares vitales distintos, con motivaciones internas dispares y proyectos de vida opuestos. No hay manera posible en esta existencia que compartimos de encontrarnos como yo necesito, como creo que necesito, o más bien, como yo anhelo.

¿Y qué es lo que yo necesito? ¿Cuál es mi anhelo? Porque aquí es donde llega la clave de la vivencia. Yo aspiro a Todo. Un Todo que no tiene que ver con exclusividad, posesión, con tener una relación, con ponerle una etiqueta determinada al vínculo, con estar juntos o tenerte a mi lado. No. Tiene que ver con Ser Uno. Con el anhelo de Unión, ésa que también he acariciado contigo en varios momentos, instantes infinitos imposibles de atrapar. Me basta con haberlos atravesado, disfrutado, atesorado, con haber sido consciente de ellos y con darme cuenta que tú no eres quien los activa para mí. Que ni siquiera soy yo quien los alcanzo. Simplemente suceden, se dan, en cualquier momento, esté sola o acompañada. Tienen lugar cuando me encuentro en una actitud de apertura y de entrega plenas, genuinas. Nada puede compararse a ese estado de fusión, de bienestar y de dicha interna. Y eso anhelo. Ahí es donde quiero estar.

Puedo entretenerme con todos los detalles maravillosos y también engañosos que como seres humanos tenemos capacidad de generar: ideas, pensamientos, creencias, palabras, emociones, sensaciones, fantasías, ilusiones… Son puro divertimento. Aderezos y pequeñas trampas que el Gran Misterio, con infinito sentido del humor, pone a nuestra disposición para facilitarnos la partida, para que experimentemos la existencia humana y saboreemos las mieles del libre albedrío, de la libertad.

Anhelo esa libertad, el bienestar, la dicha interna, la serenidad, la Unión. Ya sea en el vínculo con otros, con la Naturaleza y el entorno, pero sobre todo conmigo misma. Sé que ese estado es impermanente y también que puedo contribuir a generarlo. Quiero facilitarlo en la medida de mis posibilidades, rodeándome de aquello que lo promueve (ya sean personas, seres, actividades, espacios…) y procurando no alimentar lo que me genera malestar, intranquilidad, desconfianza…

Esa comprensión, ese anhelo de unidad son reales y muy ciertos para mí, y en un plano más terrenal veo con claridad cómo, fundamentada en mi historia personal y en mi anhelo, me creé la fantasía y te la atribuí. Te coloqué yo como objeto de deseo y quise creer (por dónde y cómo nos encontramos, por la conexión que se dio, por lo qué yo sentí, por el camino común que me pareció que teníamos…) que podías ser aquel con quien colmar mi aspiración, mi vacío. Ahora veo el sentido y lo absurdo de esta proyección y me disculpo contigo por ello.

Para entender ese dolor agudo que sentí tras el impacto y el enganche emocional que le siguió, he visto con claridad que has tocado de lleno en mi herida: otro hombre, otro estandarte de lo masculino, que no puede verme como yo soy, que no va a quererme como yo soy, que se encandila o se entretiene con lo que le encaja y seguro proyecta también en mí su fantasía, una que por lo que dijiste, tiene que ver en tu caso con la falta de una madre amorosa. Y claro, qué desastre tan monumental: ni yo quiero ser para ti una madre ni tú puedes representar para mí el hombre (padre) objeto de amor total.

Dolerme por tu traición, por la mentira y el ocultamiento; dolerme por la que para mí es una realidad sórdida y que conscientemente me encubriste todo el tiempo; dolerme por tu falta de sensibilidad y de cuidado hacia mí; dolerme por tu incomprensión y por no poder yo entender de dónde emanaba en mí tanto dolor; dolerme porque una vez más mis expectativas en lo masculino se ven truncadas; dolerme por la destrucción de nuevo de mi fantasía y por el desmoronamiento de mi paraíso ficticio; dolerme con la decepción profunda y por volver a saborear la desconfianza; dolerme porque tú también estás falto de amor, por intuir la dimensión de tu herida, por la soledad que no nombras y que yo percibo, por sentir que si me aparto te abandono; dolerme por volver a habitar el vacío… El vacío de Amor…

Un dolor, todo ese dolor que ahora puedo ver y que reconozco como fundamento de algo ilusorio, falso. Mi vivencia infantil y todas las posteriores que han seguido en esta experiencia física y material han sido reales. Pero el vacío de Amor es la mayor ilusión. No es cierta. No hay padre, ni hombre, ni ser que pueda colmarme en ese aspecto porque yo ya soy ese Amor pleno, y también tú lo eres. Y nos podemos distraer por el camino cada uno con las fantasías que nos hemos construído con tanto empeño, pero ni las tuyas van a saciar tu hambre de amor ni las mías colmarán mi anhelo. Y ésa es la realidad última. La única.

Puedo seguir aferrada a mi fantasía y a mi historia personal, identificándome con ellas, haciendo pleno ejercicio del libre albedrío que se me ha concedido. O puedo ver y aceptar que mi condición humana tiene esa tendencia y atravesarla sin dejarme arrastrar. Puedo también ir soltándola poco a poco para centrarme en el Amor que ya soy e ir descubriendo su infinita belleza y su calidez ilimitada. Y desde ahí, puedo ir percibiendo cómo la Vida se va desvelando, seguramente de maneras bien distintas y más plenas.

Quiero agradecerte todo lo vivido a tu lado y la conciencia que me está trayendo después. Te agradezco el disfrute y todo el dolor incluso. Gracias por el placer y por tanta incomodidad. Has sido un maestro para mí y te lo agradezco. Te deseo lo mejor, que puedas alcanzar el amor que mereces, que puedas habitarte en paz y colocarte en tu vida y en el mundo desde ese lugar interno. Es lo mismo que deseo para mí. Y deseo poder estar limpia, clara, transparente, verdadera ante ti y en la Vida, aunque no nos volvamos a ver jamás y si seguimos compartiendo. Que es lo mismo que deseo para ti. Consciente de que hacemos lo que podemos y que damos lo que tenemos. Gracias por todo lo compartido.

Sin fantasías ya de por medio, puedo ver al niño que fuiste, al hombre que eres hoy y al ser en potencia que habita en ti. Y te amo y te honro con todo ello. Veo también a mi hermosa niña, a la mujer que vengo siendo y a ésta otra sabia y poderosa que comienza a emerger. Y me siento plena de dicha y Gratitud por tantas bendiciones.

Te pido disculpas de nuevo. Te vuelvo a dar las gracias. Te amo.

Buen camino, querido. En él nos seguiremos encontrando.

(Imagen de Álvaro Parada)