Si la mente es el aparato del ego y ambos, con todas sus producciones, son pura ilusión, entonces toda esta existencia humana cargada de dudas, miedos, alegrías, dolores, tristezas, ambiciones, deseos, sueños, ideas… es también irreal.
Así, los abordajes que acometemos y los caminos que seguimos para encontrar eso genuino que subyace a lo ilusorio y que es lo único real, son también ‘maya’.
Es posible entonces que el mero hecho de buscar, de empeñarme en seguir una vía u otra de comprensión, descubrimiento o práctica, sea a su vez un mero entretenimiento del ego.
Y a la vez, ¿cómo si no podré recordar eso que sí soy y que permanece velado por tantas capas de estructura mental? ¿Y si todo este impulso de indagación, esta necesidad de búsqueda y el proceso que conllevan son de hecho, en mi caso al menos, la vía para volver a Casa?
Hay quien llega a la comprensión en un segundo, un instante que revela toda la realidad tal cual es. Otros que perciben un atisbo y, atesorándolo, logran una percepción ampliada. Los hay que jamás se cuestionan nada de esto, que ni lo huelen ni les inquieta lo más mínimo. Y estamos los que buscamos, a nuestra manera y como vamos pudiendo.
Y sea como fuere, todos seguimos abrazando esta forma humana que nos ha tocado vivenciar y aprovechando las posibilidades que nos otorga, descubriendo tal vez sus dones y las trampas que trae adheridas, dándome cuenta también que nada es garantía de nada.
Vivir sin expectativas es vivir desapegada de las trampas de la mente. Y eso es la libertad.
Entregarme a mi práctica, al estudio o al trabajo interno con devoción no va a impedir que tenga hambre, que me enferme, que envejezca, que mis seres queridos fallezcan, que me duela, que atraviese dificultades, que me deje arrastrar por mis emociones, que fracase, que tenga éxito para volver a fracasar después, que muera yo un día también. Son atributos intrínsecos a esta indumentaria humana, y el desapego puede aliviarnos, aliviando a su vez su tendencia natural al auto-engaño y al sufrimiento.
De todo eso, aun experimentándolo, puedo liberarme si lo dejo estar, pasar y no me apego. Si lo miro, lo observo y lo suelto. Ya sea bello o doloroso, oscuro o luminoso. Esa parte mía que observa sin juicio desde la presencia y la atención, ese Sí Mismo sin forma y atemporal que trasciende cualquier hecho, sensación o idea. Eso es lo único que permanece inmutable. Lo que Es.
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