El individuo sin rostro y aún así familiar que me apunta con un arma y descarga una ráfaga de metal sobre mí hiriéndome de muerte en el pecho y a quien asesino disparándole en el vientre en defensa propia.
El desconocido medio ebrio e inconsciente que me ataca en plena calle pretediendo dañarme, agredirme, someterme. Resulta ser débil, torpe e incapaz y me zafo con fiera agresividad, fortaleza y contundencia.
El hombre joven que retorna desde la muerte-tierra que lo ha acogido, renaciendo a la luz desde otro lugar, vulnerable y confiado, dejándose cuidar y apoyándose en mí. De piel traslúcida y mirada infinita que yace sin fuerzas en mi pecho, que me ha esperado hasta que me he sentido preparada y me he atrevido a ponerme disponible ante eso desconocido que me daba miedo.
Ese otro hombre, maduro, fornido, sin rostro, que camina unos pasos por delante atendiendo a su ritmo y que se gira para confirmar que me espera, que seguiremos juntos, que no me apresure, que nuestro sendero es el mismo y nuestro destino también, aunque nuestros ritmos ahora son distintos y es preciso respetarlos. El hombre sabio, experimentado y pleno de recursos que avanza sereno y consciente de mis miedos.
Cuatro figuras masculinas que responden a arquetipos internos. Cuatro fuerzas, cuatro intenciones. Dos destructivas. Dos nutricias.
Esos hombres tal vez sean uno solo, mi masculino interno volviendo a la vida, emergiendo desde las catacumbas de mi Alma hacia el exterior, invitándome a ser desde otro lugar muy necesario para mí.
Necesito desplegar otro tipo de vínculo con mi parte masculina y con los hombres que encuentro en mi camino, especialmente con mi pareja.
Que seamos pares; que compartamos camino y anhelos; que crecer juntos, apoyarnos y cuidarnos mutuamente sea prioridad; que nos atraviese la misma fuerza y el mismo fuego; que nos envuelva el mismo amor; que el respeto, la confianza y la libertad reinen en nuestro vínculo; que la risa, la danza y la espiritualidad sean ingredientes primordiales; que podamos desplegar y nutrir entre ambos deseo, ternura, sensualidad y sexualidad; que descansar juntos, el uno en el otro, sea habitar el paraíso; que la comunicación fluya como un río tranquilo de aguas claras, constante y lleno de vida; que seamos los mejores amigos-amantes; que podamos acompañarnos en cada tramo del camino…
¿Fantaseo? ¿Pido demasiado? ¿Existen hombres así en este plano? ¿Existe uno para mí? ¿Es posible alcanzar esa calidad de unión con un otro? ¿Sigo poniendo fuera lo que necesito encontrar dentro? ¿No será que este hombre ideal responde más bien a mi pareja interna y que este vínculo total que anhelo puede y debe darse primero en mi propio matrimonio interior?
Porque podría seguir describiendo las cualidades de este vínculo, imaginando cómo sería, como deseo que sea ese compañero ideal. Pero me freno un instante y recapitulo, empezando por la primera figura masculina de impacto y quienes siguieron después: papá, abuelos, tío, hermano, primos, profesores, Dios, compañeros, amigos, novios, colegas, amantes, parejas, maestros, marido… Todos ellos han ido sentando las bases de mi relación con lo masculino. Empezando por papá. Una gran maraña.
No quiero tener que complacer, empeñarme en que me miren, esforzarme para gustar. No quiero engancharme en seducir y dejar que me seduzcan en un juego vacío con principio pero sin final. No quiero sentir que tengo que competir con las demás mujeres, que son mis rivales, porque eso es falso y una enfermiza perversión. No quiero que me paternalicen, ya fui pequeña y tengo un padre, ni quiero hacer de mamá de nadie, aunque maternar sea una cualidad mía. No quiero que se coloquen por encima de mí ni por debajo, ni dejarme yo estar en un lugar que no es el mío. No quiero vínculos enfermizos, adictivos, adultos en apariencia pero neuróticamente infantilizados en el fondo. No quiero falseamiento sino claridad y autenticidad…
«Empieza por ti entonces«, me anima la voz de mi conciencia. ¿O es mi ego el que habla?
Procuro retornar a mi centro para preguntarme y dejarme llegar las respuestas. ¿Cómo hacer palpable todo esto en mí? ¿Puedo encajar que realmente se desplieguen afuera todos estos anhelos y los opuestos de eso que rechazo? ¿Estoy preparada para otro gran salto?
Descubre más desde lamujerinterna.com
Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.