Mis manos están cargadas de energía luminosa y al moverse dejan estelas de brillo a su paso.
Acarician el aire, amasan el viento, masajean el espacio. Van, vienen, se retuercen, se detienen. Se contraen y se expanden en una danza constante.
Las miro teclear ahora con esa ligereza y seguridad que emanan, las admiro cuando bailan al son de músicas que las cautivan o cuando manipulan con amor los alimentos que serán nutrición para todo el cuerpo. Cuando acarician un cuerpo amado son calidez y seda pura para tornarse de hierro en contacto con el frío o con el miedo.
Estoy orgullosa de mis manos. Les agradezco con el alma que estén así de disponibles para mí. Les prometo seguir cuidándolas, que no voy a explotarlas. Que valoro lo que hacen y sobre todo lo que son, una llave para conectar con el mundo, para vincularme y desarrollar tantos dones que esta forma humana mía trae consigo.
Estas manos que a ratos me sorprenden pareciéndose a las de mi Abuela materna, manos dedicadas a hacer y a cuidar. Manos nacidas para crear y para dar amor, para recibir y agradecer.
Manos de luz. Luz en mis manos.
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