Volver al mismo lugar en el que estuvimos juntos. Las mismas estancias, los mismos muros, la misma cama.
Regresar a los espacios que con generosidad nos acogieron y donde convivimos explorando con ardor y dulzura la novedad de nuestra intimidad.
Rememorar los instantes compartidos, las rutinas, los movimientos de aquellos días, cuando estábamos en otra, cuando éramos otros.
Venir ahora sin ti, con otras personas muy amadas también, con vínculos tan distintos. Extrañarte a ti y gozar con ellas. Agradecer aquello y esto otro tan hermoso y distinto.
No soy la misma que aterrizó aquí entonces. Todo ha cambiado tanto que no me cuesta estar aquí ahora de esta otra forma, tan diferente.
¡Qué extrañeza por momentos también! ¿Era yo aquella o quién era? ¿Quién soy ahora? ¿En quién te has convertido tú? ¿Qué huella hemos dejado el uno en el otro?
El vínculo nos transforma, especialmente si ha habido intimidad. Después de generado ese lazo, una parte nuestra se ve tocada para siempre y hay otra que se desprende para no volver jamás.
Lo que yo te entregué, quedó contigo. Lo que tú me diste, anidó en mí. Para siempre. Y no hay vuelta atrás.
Siento el amor y la ternura recorriéndome al recordarte. Cierto halo de tristeza me acaricia también.
Me gustaría mucho volver a verte y compartir un abrazo, mirarnos a los ojos y mostrar estas nuevas criaturas que emergen en nosotros ahora.
Pero tal vez no volvamos nunca a encontrarnos así. Y pedazos de mi antigua yo se siguen desprendiendo…
Me desprendo de ti como fue, dejo ir la fantasía, los anhelos. Me quedo con la verdad desnuda, con esta realidad nuestra sin abalorios.
No hay nada que adornar. No existe pose que impostar. No hay logro que perseguir ni deseo en el que empeñarse.
Solo hay esto que es. Simple. Sencillo. Despojado de todo lo accesorio e irreal. Incomprensible aún a ratos. Genuino. Veraz.
Nunca volvemos a los mismos lugares que ya conocimos porque no somos jamás los mismos cuando volvemos.
Esta es otra cama, otra luz, otro amanecer y distintos brazos. Esta es otra yo con otra calma. Templada, más paciente, renovada.
Abrazo aquello y todo esto. No me engancho a nada. Lo de hoy también pasará y quedaré yo, de nuevo transmutada.
Si regreso en algún momento, de nuevo seré otra. Y puede que vuelva a recordarte, a recordar esto que vivo ahora, que sean otras las sensaciones que me envuelvan y que pensamientos dispares me sorprendan.
El agua que toca la orilla siempre es agua, y siempre es otra.