Él vuelve volando a casa a primera hora de la mañana después de haberse dejado llevar la noche anterior por la atracción física y el deseo. Se siente culpable y ama a su mujer. O ama a su mujer y además se siente culpable (no sé si en éste caso el orden de los factores altera el producto).

Ella no lo espera tan temprano pero está en casa, después de haber coincidido el día anterior (sincronías de la vida) con un amor previo a su matrimonio, uno de esos amores que se queda prendido al alma y al que la imaginación regresa una y otra vez cuando se abre un resquicio de infelicidad, de duda o de nostalgia. Está triste, muy triste. Quiere a su marido y ama también a ese otro hombre de mirada risueña con el que dejó algo a medias que ha vuelto a abrirse.

La otra mujer es muy bella, voluptuosa, se sabe irresistible, está sola, es libre y parece estar procesando aún el duelo por la muerte del amor de su vida. Pero seduce y juega porque se siente atraída por él, porque percibe el deseo de ambos y porque necesita llenar el vacío que la habita y sentirse plena, al menos durante lo que dura el juego. Pero por la mañana se queda colgada y aún más sola. El amor es a la larga más fuerte que el deseo, así que de momento tiene las de perder. Siente su abismo expandirse y disimula para que no se la trague.

El otro hombre se aleja llorando. Ha querido aferrarse de nuevo a ella y no separarse jamás. ¿Por qué no lo hicieron entonces? ¿Por qué, si la sintonía, la complicidad y la felicidad hacían de ese amor un paraíso? Maldice todo lo que priorizó y que la apartó a ella. También está triste y consuela sus lágrimas visualizándola en un millón de momentos cotidianos y perfectos que atesora en su memoria y en el disco duro de su portátil.

Él vuelve ansioso a los brazos de su mujer para encontrarla llorosa y callada. Ella lo recibe sorprendida e impasible, su corazón está partido y la parte que anhela recuperar al otro hombre late muy fuerte. Él se ha duchado y se ha puesto ropa limpia. Ella sigue con la misma ropa interior y ha dejado los tacones que se puso para cenar con el otro tirados en mitad del salón. Durmieron vestidos y abrazados. Él se bañó en ropa interior con la otra mujer antes de su encuentro sexual. Él necesita limpiar su culpa. Ella no parece querer ocultar nada ya. Se miran fijamente, él sospecha, ella tal vez vaya por fin a hablar.

Fundido en negro.

Se cierra el telón.

El resto queda abierto a nuestra imaginación.