Cuando de pronto, en una conversación, digo algo que no había pensado o elaborado antes, algo que hasta entonces no había nombrado, algo de lo que nunca había hablado y que me parece que jamás había registrado, me escucho y me siento ajena, como si no fuese yo la que habla, como si no me reconociese.
Hasta ahora mi parte enjuiciadora salía a escena para regañarme y me tachaba de falsa, de impostora y fantasiosa. Hoy he descubierto que es ella la que falsea y que mi extrañeza en esas situaciones responde de hecho a poder posarme en la espontaneidad, a soltar el control y todo lo que supone (elaboración mental y discursiva, estructura, elección de palabras, tono…) para decir lo que sea que me venga en ese momento, un contenido que no emerge de la mente sino de un espacio de mis tripas, de mi vientre, un lugar energético y sombrío, oscuro por oculto, no por tétrico ni tenebroso.
Es curioso cómo, aún sorprendiéndome a mí misma, eso tan nuevo que de pronto nombro me deja un poso de dicha, de bienestar interno, de coherencia, una sensación de libertad y de haber tocado con algo verdadero, auténtico, genuino. Y eso a pesar de la insistencia que mi otra parte ejerce. Le paro los pies, le cierro la boca. Silencio. Basta ya. No quiero escucharte más. Eres machacona, dañina, crees que lo sabes todo y no es así. Cállate, atiende, tal vez aprendas algo tú también. Por nuestro bien.
Se calla. La verdad es que está agotada. De ocupar tanto espacio, de afanarse por sostener un andamiaje tan pesado. Sé que ha claudicado, que ahora solo quiere permanecer en su parcela siendo consciente de que hay otras y que cada una tiene si valiosa función. Ninguna es más que otra. Todas importantes e imprescindibles en horizontal.
Estoy por anudarme una libreta al brazo o llevar una grabadora prendida al pecho para registrar las perlas que mi parte espontánea va vertiendo, que no se me escapen, que pueda rescatarlas y apreciar su brillo para dejarme llevar por él en cada nuevo encuentro y con cada nueva oportunidad de expresión. Como una niña que se descubre comunicando, caminando por fin, accediendo a alturas y espacios excitantes y hasta ahora inaccesibles para ella, maravillada y curiosa, con la mirada y el corazón encendidos por la ilusión, las ganas y el horizonte de posibilidades que se despliega ante su limpia mirada.
La espontaneidad es un país tan fascinante como desconocido para mí. Aunque he nacido en él y tengo pasaporte de pleno derecho. Así que la realidad es que pertenezco y que estoy en casa