Como explica esa conocida pirámide de la realización humana y respondiendo también al ancestral mapa de los centros energéticos que nos llega desde oriente, me doy cuenta de cómo mi necesidad al vincularme, y en particular cuando me vinculo con hombres, ha ido ascendiendo desde lo más básico hacia instancias más elevadas. O tal vez no se haya tratado de un ascenso. Más bien la aspiración o el anhelo siempre ha sido hacia lo más alto, por ser lo completo, pero sujeta como andaba a los pequeños detalles de esta experiencia humana mía, no fui capaz de ver más allá.
Ahora veo que todos, yo también, seamos o no conscientes de ello, ansiamos alcanzar la cumbre, la Unión con el Todo, la vuelta a la Fuente que es nuestro Hogar supremo, ése en el que somos Uno con todo lo que es y donde no existe ilusión de separación, porque allí todas nuestras necesidades son colmadas por la ilimitada Gracia que todo lo acoge, la Gran Madre, la Madre Divina Universal. Un espacio sin espacio de Amor incondicional donde no existe el miedo, el sufrimiento, la soledad, la ira o las ansias de poder. Ése lugar existe. Todos venimos de ahí pero no lo recordamos. Igual que no recordamos nuestra existencia intrauterina aunque fue tan real como ésta otra en la que andamos, una de mayor recorrido temporal. Claro que el tiempo tampoco existe en ese reino del que venimos…
Así que partimos de una necesidad básica de supervivencia, una muy conectada con la corporalidad, la materia, la raíz, seguida muy de cerca por el componente energético que aunque no sea visible podemos percibirlo bien evidente. Si esos aspectos están cubiertos seguimos nuestro recorrido natural en busca de una mayor completitud hacia lo emocional, eso que entendemos como amor, afecto, comprensión, cuidado, escucha, compañía, confianza, respeto… y de alcanzarlo, nuestro anhelo se eleva hacia las alturas buscando una conexión más profunda y trascendente, espiritual, algo mayor que nosotros mismos y que colma nuestro ser de gozo y nos lleva a experimentar los estados de mayor plenitud que los seres humanos podemos vivenciar. Esos que nos permiten saborear, y tal vez recordar aunque a menudo sea solo durante unos instantes, la inseparabilidad originaria de la que procedemos.
No sé si llegar a eso es el objetivo. Sin duda me parece ser el camino. Llegaremos o no. Algunas personas ni siquiera tenemos garantizadas las necesidades básicas cuando venimos a la vida y nos reciben escenarios verdaderamente duros y poco propicios. Aún así, muchas sobrevivimos, dañadas seguro y rudas, pero nos abrimos paso. Otras encontramos esa atención y además los cuidados y el cariño, así que nos fortalecemos y sensibilizamos para seguir en la vida. Y las hay que además hallamos el alimento contemplativo, místico y misterioso que responde a la felicidad más pura y permanente.
Es por esto que mi humanidad más terrenal aún puede llorar y engancharse por querer piel, cuerpo, abrazo, sexo. Pero si eso es lo único que obtengo mi ser se va sintiendo desnutrido porque anhela la cima; lo carnal no es suficiente. De hecho es un sucedáneo. Uno muy bello, sin duda, puede serlo, pero limitado en su cualidad de alimento.
Tal vez para muchas personas esta comprensión sea vana, falsa, obvia o lleve con ellas largo tiempo. Yo recién la conquisto; sucede después de un recorrido y se encarna a través de la experiencia y de mi cuerpo, este maravilloso cuerpo humano mío, hecho de piel y de huesos, de músculos y de sangre. Este vehículo tan hermoso se eriza, tiembla, transpira, se excita, se siente atraído o repelido, se abre, se cierra, se entrega, tropieza, cae, se levanta, se duele, se recupera, dice enamorarse, se equivoca, acierta, se confunde, aprende… Sin descanso. Y llegar a la cúspide de esa pirámide es descansar. Ser. Sin más necesidades que cubrir. Sin lucha. Sin esfuerzo. Porque, ¿qué podría faltarme cuando soy ya plenitud?
Nada. Ahí estoy completa. En mi serena felicidad interna.
A eso aspiro. Eso anhelo. Estar ahí y permanecer. Sola y en mis vínculos. En vida y más allá de la muerte física, que posiblemente suponga el retorno definitivo a casa.
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