Primero aparece ella, bellísima, iluminada, serena y feliz, con una corona dorada destelleante adornando su melena castaña y larga y un vestido blanco de gasa hasta los pies, joven y madura a la vez, de edad indeterminada, mirada compasiva y firme, con los brazos descubiertos y los pies descalzos, mirándome a los ojos desde sus ojos oscuros, tan iguales a los míos, sonriendo con dulzura y diciéndome: «acepta lo que hay, acéptalo así tal y como es, no hay más que eso». Sé que tiene razón y que no es preciso decir nada más. Nos seguimos mirando y siento su cercanía, la conexión, nuestra comunión más allá del tiempo y del espacio, la pertenencia a una misma hermandad, linaje, familia, sangre… La miro profundo y cuánto más la veo más me reconozco en ella o la reconozco a ella en mí… ¿Somos tal vez la misma mujer? Entonces se esfuma, desaparece y me asalta la tristeza al reconocer que me cuesta integrar la verdad tan inmensa y sencilla que me ha dejado caer. Lloro un rato mientras me dejo sentir también la paz que reverberaba en mí tras escuchar sus palabras y después del llanto.
Después me veo en un túnel oscuro, solo puedo apreciar la luz a lo lejos. Camino hacia ella cuando de la nada, a unos cuantos pasos por delante de mí, aparece la figura de un hombre alto, maduro, fibroso, serio, sabio, fuerte. No puedo verle la cara pero sé quién es y cuánto lo amo. Él también se dirige caminando hacia la luz. De pronto para y se da media vuelta para mirarme: «te estoy esperando pero no puedo parar, necesito seguir mi ritmo pero sabes que vamos a encontrarnos». Sí, sé que es así. Me cuesta seguir sola, quiero hacer camino con él, juntos. Confío en que el encuentro se va a dar. Lo anhelo, lo deseo, lo merecemos. Admiro a este hombre. Me encanta que vaya por delante de mí y que sea yo la que va a darle alcance. Quiero aprender con él y crecer juntos. Seguimos andadura, cada uno a nuestro ritmo. Siempre en mi ángulo de visión, ya no lo pierdo de vista. Estamos muy cerca, a unos pasos solo. Casi puedo olerlo, sentir su presencia.
Es casi la hora. El momento de estar juntos se acerca. Mi alma se regocija. Mi corazón se aligera. El momento es Ahora. El lugar, aquí.