Sentada en círculo con el resto de mis hermanos, respirando, entrando en conexión. Con miedo. Si nacer, aunque no lo recuerde, fue duro y traumático, ¿cómo será Renacer?
Mucho más amable, me digo. Aquí como estoy, rodeada de mis iguales, atendida por parteras y doulas experimentadas, acogida por esta sala-útero que se ha abierto para devolverle la luz a tantos. La respiración me lleva. La música me impulsa. Confío…
Siento la presencia de mis padres espirituales. Me tocan la cabeza y sonrío. Me han elegido. Cuando los miro al abrir los ojos me emociono. Son buenas personas. Me entristezco. No se desean.
Decido no quedarme pegada a eso. Lo veo y atiendo también lo que sí está. Mi padre ha preparado el lecho en el que volveré a la vida. Rosa fucsia. Todo. El color de Afrodita, me digo. Como que me llamo Gloria que esta vez voy a ser hija del placer, voy a nacer con placer, voy a ser placer. Esta vez sí.
Estamos a los pies del altar. El Maestro me sonríe amoroso y nos bendice. La luz aquí es tenue. Mi padre no podía haber elegido mejor lugar. Es perfecto. Justo lo que preciso para mi propósito. Gracias, papá.
Voy a ello con todas mis ganas, con todo mi cuerpo. Entregada. Ojos cerrados. Me desprendo de la ropa, del tiempo, del espacio, de todo lo que me rodea. Con el pelo suelto, enmarañado, el torso desnudo. Me abro a la fuerza de la serpiente y dejo que me recorra. Qué placer…
Soy placer. Yo sola. Yo misma. Placer en acción. Piel. Suavidad. Voz. Gemidos. Aliento. Curvas. Cuerpo sinuoso. Impulso. Fuerza. Ganas. Vida.
Nadie puede arrebatármelo. Me es inherente. Lo llevo bordado, integrado. Lo encarno.
Siento mi latido como un tambor, resonándome en la cavidad del pecho, extendiéndose la vibración por todo el cuerpo. Éste va a ser mi anclaje: si olvido que soy placer escucho mi corazón y siento cómo me golpea suave y firme por dentro, despertándome de la ignorancia, bombeando vida.
Aunque en algún momento la sensación de mareo me toma, disfruto de estar aquí, lo gozo. Me quedaría más tiempo, una eternidad al menos, pero desde afuera me animan a salir, es la hora.
No ha sido embarazoso, no. Ha sido fácil. Ecstático. Me dejo caer en los brazos de mi madre y descanso. Lo he logrado. Todo lo que me propuse, lo que quería y necesitaba. Lo he experimentado.
Ahora me toca llevármelo puesto y desplegarlo a diario, fuera de esta sala. Recordarlo y permanecer conectada a esa vivencia. Que mi cuerpo me dicte, me guíe y se ponga al frente. Que yo se lo permita y que me entregue. Que pueda Renacerme yo a cada paso, en cada instante.
(Imagen de Álvaro Parada)