Ya está. Lo hicimos. Se acabó. Cerramos con llave esa puerta y abrimos una ventana nueva con vistas al infinito. No hay llave que tirar al mar. Ni cerradura siquiera tenía nuestra puerta.
Me habría gustado escucharte más, que hablaras tú más, que me permitieses acercarme a tu sentir. Estuviste parco, contenido. Yo dije lo que brotó de mi pecho. Con lágrimas. Desde ahí siempre se expresa la impecable guerrera de luz que vive en mí. Me hago fuerte cuando me muestro vulnerable.
Me siento en calma y también noto este incómodo agujero alojado en mi vientre, con pellizco, un nudo. Un hueco que no está vacío. Es tristeza.
La respiro. Sé que podré llenarlo de sensaciones más agradables. Cuando sea. Cuando pueda. De momento la tristeza está perfecta. Y envolviéndola, la calma.
Miro por la nueva ventana entreabierta. Me dan ganas de llorar. Ya no me pican los ojos ni me los siento hinchados como estos días de atrás. Han llorado mucho. Se han aclarado. Puede que incluso pueda ver mejor ahora.
Me pongo a la tarea. Ha quedado espacio libre en mi realidad al cerrar nuestra puerta. Ya no entran por ella nuestros planes ni los encuentros.
El espacio es vacío. No es preciso llenarlo. De hecho me viene bien quedarme en él, saborearlo, comprobar que no me muero ni desaparezco.
Me cuesta. Sé que puedo hacerlo pero hoy me cuesta. Es el primer día. Me doy tregua. Auto compasión en acción. Si puedo hacerlo conmigo podré también llevarlo a la interacción con el otro.
Entro a la cocina. Pongo música, abro el frigorífico. Está repleto. Abundancia. Voy a cocinar comida nutritiva. Preparo uno, dos, tres, cuatro platos y masa de pan que dejo reposando para hornearla mañana.
Cocinar, nutrir, cuidar, escuchar. Tener en mente las fechas importantes. Preparar regalos. Limpiar, ordenar, hacer la compra. Recordar los horarios, interesarme, abrazar. Amar. Ser amor.
Encarnar esa cualidad humana, femenina, materna de la entrega y la apertura. Esa habilidad de mujer, compañera, amante, amiga. Yo soy eso también.
Me sale natural. Me viene fácil. A veces demasiado. Practico decir no. No puedo. No quiero. No me gusta así. No me va bien. No me apetece. Gracias.
Compruebo que tampoco se acaba el mundo cuando digo no. Que la vida sigue si me quito de en medio. No soy imprescindible. Eso me pica. Y me libera.
Siento la energía recorriéndome de arriba a abajo. Es curioso que esta tristeza me energetice en lugar de dejarme agotada. Puede ser un mecanismo de defensa. O prueba de que estoy creciendo.
Le doy salida a esa energía. Torsiono y me estiro para respirarme y parar. Me entrego a la vitalidad de mi cuerpo. Me lo agradece. Qué placer sentirme flexible, fuerte, enfocada.
Un cansancio dulce me toma. Las mujeres nos cansamos, sí. Yo me canso. Estoy cansada. Desde hace mucho. No siempre he sabido atender mi cansancio. Ahora sí sé. Paro.
Me relajo y aterrizo en el sueño. Brazos alados y polvo dorado me velan. Aún así despierto otra vez con los puños cerrados. Mis manos tensas, entumecidas. Me duelen.
Parecen querer aferrarse. A qué, les pregunto todavía medio dormida. A ti, me dicen. Sólo a ti. Mis manos confían en mí. Les sonrío. Me sonrío. Doy las gracias.
Me cuesta relajar las manos. Relajarme. Creo que por eso bailo. Danzo y atiendo a mis manos. Las dejo volar, que vuelen con mis brazos y se extiendan mis alas. Ahí me relajo. Planeando en mi movimiento.
Me dedico tiempo. Hago lo que me gusta, cuando quiero. Me estoy cuidando. Me pongo por delante. Yo primera.
Vengo aquí y lo registro. Para que quede constancia y no olvidarme. Para recordarme que ya conozco el camino, que es por aquí. «¿Tiene corazón este camino?» La voz de Don Juan resuena en mi pecho.
Nada se pierde, solo se transforma. Lo dice Drexler. Y la física. Yo también lo digo porque lo experimento en mi laboratorio.
Se transformará de verdad este cierre en un vínculo renovado, me pregunto. No una despedida sino una transición a otra manera de ser, de estar, de relacionarnos. Ojalá que así sea.
La espiral sigue girando y yo en ella. «En espiral hacia el centro, hacia el centro del corazón…». Avanzo sin marearme. Habito cada giro.
Cierro unos duelos. Se abren otros. Soltar dejar atrás, decir adiós. Empezar de nuevo, que no de cero. Con corazón. Desde el corazón.
Este camino mío tiene corazón, sin duda. Sin dudas ya. Solo caminarlo. Vivirlo con plenitud. A la escucha. En presencia. En belleza. Caminar.