Toda la vida esforzándome por ser buena, por hacer lo correcto, como si ser de otra manera supusiese «ser mala», como si solo hubiese una forma de «lo correcto» o yo misma fuese inapropiada. Como si ser yo supusiese ya ser defectuosa y el trabajo consistiese en limar mis taras y en ocultarlas mientras aún persisten…

Qué cansancio, qué tristeza tanta exigencia, el control, la híper vigilancia, el sentimiento de no ser adecuada, la fantasía de querer colmar las expectativas ajenas, creyendo que ésa era la vía, que así debía ser para encajar y que me quisieran… ¿Qué clase de amor sería ése?

No soy tan buena, no, ni perfecta. No me gusta todo el mundo. Me equivoco. Pierdo la paciencia. Hago daño a veces. Hay personas que detonan mi rechazo y siento ira, incluso asco. Hay criaturas que no puedo soportar, que quiero sacar de mi vista y de mi vida. Acepto que forman parte, y eso es lo más a lo que a veces puedo llegar. A sentir incluso compasión un instante, para verla luego disiparse.

Soy humana, soy mujer, soy persona, deficitaria y completa. Estoy en proceso, en construcción, en el camino. Estoy aquí para aprender y crecer, haciéndolo siempre lo mejor que puedo.

Quiero ser verdadera, auténtica, genuina, libre. Tanto si gusto como si no, me miren o me ignoren, me aprueben o me critiquen. Esté sola o acompañada. Quiero ser yo. Lo demás importa poco. Es accesorio, ilusorio, tramposo. La verdad lo es todo.

Quiero ser verdad. Ser de verdad.

A ver si llego en esta existencia…

(Imagen de Álvaro Parada)


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