¿Qué me exige la Vida? ¿Qué espera de mí? ¿Qué es lo que me pide?

Nada. Absolutamente nada.

La Vida solo me invita a Ser.

Es mi mente loca, con toda su corte de ideas, pensamientos, deseos, expectativas, condicionamientos, emociones, creencias, fantasías, proyecciones… La que cuestiona, exige, se lamenta, se excita, va de un lado a otro, se confunde, entra en bucle, reniega de lo que ayer abrazaba, inventa, planea, critica, se agota…

Todo ilusorio. «El sueño de la razón produce monstruos«, así es.

Yo no soy mi mente. Mi mente no es real y nada de lo que produce, por tanto, lo es.

Mi Ser está cansado de tanta cháchara mental, tanto ruido y exceso de actividad que no nos lleva a ningún lugar en el que se pueda permanecer feliz.

Mi Ser, mi Sí mismo, solo precisa de paz en mi corazón, serenidad interna, porque eso es, nada más, ninguna otra cosa o idea.

Cuando no pueda estar en mí, me invita a observar cómo es mi mente la que se enfrasca en intrigas, sin quedarme enganchada a ninguna de ellas, sin apegarme. Se dan en la superficie mientras que en lo profundo, mi Ser sigue en paz, a la escucha, abrazándolo todo, aferrándose a nada, dejando pasar lo que se manifiesta como pasan las nubes impulsadas por el viento, como se suceden las estaciones, como el día despierta tras cada noche y la muerte celebra el nacimiento de una nueva realidad.

Todo es impermanente menos una cosa: la naturaleza pura de ese Ser que late en la profundidad de este envoltorio humano y que trasciende su forma perecedera para ser Uno con el universo.


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