Dices que no pero yo sé que mientes, que te engañas o que no quieres ver que en el fondo sí sabes. Así que tengo que llevarte yo hasta el fondo, sujetarte para que no te escabullas y que lo veas por ti misma, para que lo sientas en tu piel y más adentro. Solo así puedes traspasarlo, y solo traspasándolo puedes integrarlo y vivir en paz.
Dices que no tienes miedo, que tú sola puedes y yo sé que no es así, que en tu profundidad se agazapa una fiera aterrorizada, aunque se esconda tras sus garras, sus fauces o sus rugidos. Es sólo una pose, una forma de crecerse, de procurarse un punto de encaje donde ganar un minuto más de vida y algo de seguridad.
Miedo, sí, puro miedo.
Miedo a quedarte sola, sola del todo, a no pertenecer ni tener con quién compartir, dónde apoyarte, a la deriva, sin raíz, sin arrope, helada, paralizada, perdida, hambrienta.
Miedo a volverte loca en ese limbo, a perder el juicio, la razón, la estructura, a ser una maraña sin sentido, deslabazada, errática, absurda.
Miedo a no tener con qué sobrevivir. Ni sustento, ni cobijo, ningún medio material. A tocar con la escasez, la privación y la carencia y a quedarte sumida en ellas.
Miedo a envejecer, a perder la frescura, la belleza, el atractivo, a volverte invisible para la mirada ajena, a dejar de existir entre tantas canas, arrugas y flacidez.
Miedo a la enfermedad, al dolor que puede llevar consigo, a la pérdida de poder personal y de dignidad, sin fuerza ni autonomía, sin libertad ni esperanza, consumiéndote.
Miedo, en definitiva, a la muerte. A dejar de existir, a disolverte y desaparecer sin dejar rastro, sin haber cumplido con tus designios, desconectada de la fuente, infeliz, vacía.
Son los miedos de siempre, los de casi todo el mundo, ni siquiera eres original, mucho menos especial. Eres una más entre tantas que padecen las mismas angustias y se dejan tomar por temores parecidos. Lo he visto millones de veces y seguiré presenciándolo sin descanso. Tan predecibles sois los seres humanos…
Habéis olvidado de dónde venís, la pasta divina de la que estáis hechos. Le dais forma a una enrevesada red de teorías para apoyaros en ellas sin mirar el sostén esencial e invisible que sustenta todo. Renegais de lo genuino y perfecto para apostar por algo ilusorio.
Tú no eres diferente, solo que como a algunos otros, te mueve la necesidad de descubrir, de conocer qué hay por debajo. Quienes buscáis sabéis que toda esta parafernalia externa no es el camino, sino un mero decorado creado y. montado por vosotros mismos. Intuís que la vida se está jugando en instancias invisibles y profundas y os lanzáis a explorarlas porque sentís que es la única vía.
Por eso vengo a sacudiros, a mostraros, a sosteneros los párpados para que no cerréis los ojos, a señalaros la verdad y la mentira, a poneros cara a cara con vuestros temores.
Son reales en este plano, sí, y más adentro, descorrido ya el velo, desaparecen con todo el decorado, con todo lo accesorio. Pero ahora toca transitarlos.
Nos vemos al otro lado. Desde aquí velamos por tu recorrido y te esperamos con el corazón abierto. No tengas prisa. Tampoco te demores. Sigue tu pulso. Es por ahí. Vas bien.
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