Párate un momento. Relájate. Descansa. Túmbate. Ponte cómoda. Mira al infinito o al horizonte, cierra los ojos si lo prefieres, y respira.
No tienes que hacer nada. Ningún lugar al que acudir. Nada que justificar a nadie. Ninguna obligación, ninguna tarea pendiente. Nadie con quien hablar. Nada.
Hacer nada. Estar contigo. Tranquila, serena, sosegada, en reposo. Sin prisa, sin exigencia, sin planes, sin expectativas.
Solo estar, en paz, en silencio. Sentir la brisa, la luz del sol, dejar que te envuelvan los sonidos del mundo, los movimientos de sus gentes, sus olores y texturas.
Sin juicio. Sin análisis. Deja que tu mente también repose. Solo observa aquí y allá, sin engancharte a nada, sin perderte con nadie.
Mira cómo la vida se despliega a su ser frente a ti, contigo y a tu pesar. No te necesita y, a la vez, es otra bien distinta sin ti. Sin tu empeño, sin que te esfuerces.
Todo funciona. Nadie es imprescindible. Cada elemento tiene su lugar y si desaparece, otro lo ocupa en breve. El caos dura un instante y luego lo reordena todo.
Así que fíjate cómo no eres tan importante. Nadie lo es. No lo somos. Te has salido de tu lugar un instante y has podido comprobar que el mundo sigue su curso. Contigo frenética y también sin ti.
Pero así como estás aquí ahora eres más consciente de ese ritmo y de tu papel en él. Más consciente de que parar es preciso, descansar necesario y hacerse a un lado puede resultar lo más sabio que puedes hacer.
Y agradecer el reposo en mitad del camino disfrutándolo, entregándote a él con humildad y respeto. Porque no eres todopoderosa sino solo una persona, una mujer normal y corriente, agotada a veces, cansada a menudo, esforzada.
No existe presión. No hay culpa. No pierdes valor ni sentido. No eres más por hacer más ni menos cuando haces menos. Eres siempre tú. Solo varía la calidad de tu presencia.
Póntelo más fácil. Simplifica. No es preciso tanto ahínco ni tanta dedicación. Modera tu energía, atesora parte de ella para ti, deja que te envuelva y reviértela en tu cuidado y beneficio. Cúbrete de atenciones y así de plena, vuélvete al mundo.
Y regresa aquí cada día. Siempre que quieras. A tu remanso de paz, tu balneario particular. Y reponte. Una y otra vez. Regálatelo. Te lo mereces.
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