¿Para qué tanto leer, escuchar, investigar? ¿Para qué todo ese esfuerzo, dedicación y trabajo? ¿Para qué estar aquí y allá, en todas las redes o en algunas? ¿Para qué el empeño en compartir, en encontrar afinidades, en esperar una devolución afín o al menos respetuosa? ¿Para qué todo eso? ¿Para qué?
¿Para evitar la soledad tal vez? ¿Para sentirme menos rara o igual de rara que otras? ¿Para apoyar mis creencias porque preciso de reconocimiento externo? ¿Para encontrar afuera la fortaleza que me falta dentro? ¿Para procurar salvar a alguien de algo que es a mí a quien le resulta peligroso? ¿Para inmiscuirme y sentirme más o mejor o algo? ¿Para eso?
Ya está bien. Suficiente. Basta.
Ya llegué a lugares y encontré personas y conocimiento que validan mi supuesta locura. Ya entendí ciertos aspectos que me ayudan a ver más amplio. Ya accedí a foros y grupos donde escuché, participé o no, valoré y luego me quedé o me fui. Ya recorrí ese tramo del camino y ahora necesito soltar.
Soltar lastre. Porque en lastre se ha convertido mucho de todo eso que yo he buscado y con lo que he cargado de manera plenamente libre y voluntaria, y no todo lo consciente que ahora preciso.
Soltar a personas y espacios, abandonar grupos, dejar foros, reducir actividad, suprimir dedicación y esfuerzo, ahorrarme obligaciones auto-impuestas e innecesarias, renunciar a una visibilidad superflua. Pasar de lo colectivo externo a un individual que es también comunitario y más interno.
No es encerrarme en la cueva ni aislarme. No es renegar del mundo y quedarme sola en mi pequeño universo. Es elegir. Discernir. Tomar conciencia de lo que me nutre para crecer y de lo que me intoxica para dejarme en parálisis o enganchada, incómoda, esclava, empequeñecida en mi ser. Es darme cuenta de lo que en verdad me aporta y de lo que solo me entretiene y me distrae.
Y hacerlo sin rudeza, sin crudeza, sin juicio, sin gravedad, sin pesar, sin prisa, sin amargura y sin armadura. Lo estoy haciendo con serenidad y sosiego, calmada, abierta, clara, contenta, agradecida, despierta, humilde, cansada, tranquila, fuerte.
La soledad no existe y menos aún existe la fantasía de darle esquinazo escondiéndome en la híper actividad de lo externo, lo digital, lo mayoritario. En una realidad orquestada y que orbita en torno a eso es natural que la percepción individual e interna conectada y consciente tenga los visos de disonancia, locura, absurdo, desfachatez, mentira, ignorancia…
He mirado, he visto, he escuchado, he sentido, he vivido, he investigado. He pasado todo eso por mi filtro y ahora, por fin, sí, he digerido e integrado. He tomado lo nutricio, he defecado lo accesorio. Gracias a todo eso he crecido y ahora me toca seguir explorando un nuevo tramo del sendero.
No voy sola, no. Nunca estoy sola. Estoy siempre yo conmigo y están mis hermanas y hermanos de camino, aquí y allá, podamos o no ir cogidos de la mano de momento vamos entrelazados con el alma, creyendo y creando, haciendo lo que podemos en cada instante, lo mejor que podemos. Con miedo y con confianza.
¿Para qué?
Para vivir tranquilas, en paz con nosotras mismas, en coherencia con lo que nuestro Ser nos pide, nos muestra, nos inspira. Ir en contra duele demasiado, molesta demasiado, pesa demasiado. Llegado un punto, resulta insostenible.
Así que voy soltando. Respiro. Atiendo. Escucho. Me despido. Agradezco. Cierro. Abro espacio. Limpio. Aclaro. Sueño. Hago. Descanso. Pienso. Siento. Huelo. Suelto…
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