Yo cuando era niña quería bailar, cantar, disfrazarme. Quería dibujar, leer, escribir historias, crearme pulseras con cuentas de colores. Quería actuar, hacer pasteles, cuidar a los más pequeños, jugar con ellos, ver películas, diseñar ropa, coser. Quería nadar cuando hacía calor y descansar a la hora que necesitase. Quería comer cuando tenía hambre y no tener que beber leche. Aprender a tirarme de cabeza sin destrozarme la barriga, bucear y nadar respirando sin cansarme.

De adolescente quería patinar y montar en bici, seguir bailando y cantar como Madonna. Quería tocar la batería y el piano, no el violín. Quería descubrir grutas secretas y sentarme a la sombra de una morera con mis amigos, y hablar, y reír, y comer moras, y ser feliz así con las manos tintadas de violeta. Quería crecer sana y libre, para moverme a mi aire, para enamorarme, para explorar mis instintos y darles expresión y vida. Quería leer mucho, escribir más, visionar muchas películas y estremecerme con historias y personajes. Quería aprender y comprender, cuestionar y retar, quería ponerme y ponerlo todo a prueba y confiar.

De joven quería trabajar, ganar dinero, ser autónoma, independiente. Quería tener mi casa propia, decorarla a mi gusto, invitar a mi gente y poner música a todas horas. Quería bailar en el baño, en el dormitorio, en la cocina, habitar cada estancia con mi danza, vestida, desnuda, disfrazada. Quería sentir, desear, amar, quería disfrutar y gozar la vida. Quería atreverme, probar, equivocarme, rectificar. Quería caerme y levantarme, con miedo o sin él. Quería emparejarme, no quería casarme, quería tener hijos y cuidarlos y dejarlos seguir su impulso propio.

Ahora como mujer adulta sigo queriendo todo lo que quería entonces. Lo mismo casi. Y algunas de las cosas que no quería, también las tengo. Y quiero algún que otro detalle más. Quiero cuidarme y cuidar mi salud, tener salud, ser dueña de mi tiempo, ayudar a otros, vivir en paz, no tener hipoteca ni cuenta bancaria ni tarjeta de crédito. Quiero vivir en el campo y poder plantar mis pies en el mar a diario. Quiero ver espacio, y cielo, y montañas, y prado al despertarme y un océano de estrellas cada noche al acostarme. Quiero trabajar en lo que quiera cuando quiera y no trabajar si no quiero. Quiero que mi Capitán me acompañe en todo eso y navegar juntos, y rodar en moto, y viajar en coche. Quiero vivir en una casa grande con porches y barandas, con huertos y jardines, con acequia y chimenea. Quiero que esa casa esté llena de habitantes, que los niños correteen y lo llenen todo de risas y de juegos. Quiero vivir en comunidad y compartir tareas y cuidarnos mutuamente. Quiero hacerme mayor entre mi gente y morirme serena, sin estridencias dejando todos mis asuntos resueltos y habiendo dejado muchas semillas de amor esparcidas.

Quiero lograr todo lo que quiero. Porque es bello y sostenible, porque me ilusiona, porque me hace sentido. Quiero porque lo quiere mi niña, mi adolescente, mi mujer joven, mi yo adulta. Hasta la mujer madura y la abuela que seré un día así lo quieren. Y cuando tanta energía femenina late al unísono es porque hay corazón en ese camino.


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