No me creo que esto sea obra de nuestra Madre Tierra. Una madre ‘sana’ que deja a sus criaturas que exploren, se aventuren, inventen, confiando en ellas, las entrena, las sostiene, y llegado el momento las deja que hagan libres. Y entonces nosotros hacemos. De todo. Y no todo edificante.
Tenernos así, aisladas, a tantas de sus criaturas, a criaturas sanas, a sus crías humanas, dejándonos sin piel mutua, sin abrazos, separadas unas de otras, con lo mucho que como especie precisamos del contacto.
Siento demasiado forzado al evento como para que sea una consecuencia orgánica. Más que obra de la Madre lo veo producto del ser humano. No es su responsabilidad, no, sino la nuestra. Y se me antoja que Ella nos mira desde cada ángulo con cierta amargura, firme, con un poso de esperanza, confiando todavía.
Merecemos esta suerte de ‘castigo’. Nos hemos buscado durante toda nuestra existencia un apocalipsis tras otro. Hemos luchado entre hermanos, nos hemos traicionado sin descanso, hemos priorizado lo nuestro a costa del malestar del otro, sin tenernos en cuenta mutuamente hemos agraviado, maltratado, desplazado, pisoteado… Sin caer en la cuenta de que eso que le hago al otro me lo hago a mí misma. Y aún no nos hacemos cargo.
No. No creo que la Gran Madre haya parido este virus, no ha sido Ella, no ha movido una micra de su inabarcable poder para exterminarnos ni para tenernos prisioneros en nuestros hogares. Ella se está lamentando de nuestra dificultad, sufre por nosotros. Quisiera que aprendamos de todo esto que hemos generado. Que nos demos cuenta. Que hagamos diferente a partir de ahora. Nos quiere plenos y felices. Sabe que todo eso depende solo de nosotros. Ella sigue confiando, como toda madre amorosa suele hacer. Lo que yo no sé es si nosotros vamos a ser capaces de tanto.
De dejar de darle la espalda a la Vida en todas sus formas, abusando de la naturaleza y de todos sus recursos, creyéndonos dueños y señores, habitantes exclusivos explotando sin límites, sin pudor, a destajo, con derecho a todo y sin obligación a nada.
La Madre está atenta, presente, guardando la distancia. Nos dará otra oportunidad, como siempre hace la madre que ama. Seguirá confiando. Sin descanso. Continuará dándonos a cada uno nuestro espacio y nosotros haremos con eso lo que podamos.
Siempre lo hacemos lo mejor que podemos. Y eso Ella lo sabe.
Descubre más desde lamujerinterna.com
Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.