Hay cierto placer en transgredir la norma. Yo así lo siento. No siempre, no en cualquier circunstancia, no por diversión ni perjudicando a otros. Más bien como respuesta orgánica a una necesidad interna imperiosa, como un modo de atender lo mío que había quedado reprimido y amordazado.
La norma, la regla, la ley, la pauta. Sirven para organizarnos y generar una estructura común de convivencia, sí. Y también veo que a veces lo hacen en perjuicio de algunos, que instauran en nosotros automáticos represivos, que nos tornan conformistas, adiestrados, mecánicos, asustadizos y sumisos, que el cuestionamiento es necesario y la flexibilidad saludable.
Pero la norma no suele ser flexible. La norma trae rigidez, severidad y castigo, cuando no la cumplo. Así que sí, hay cierto placer oculto en transgredir la norma y en hacerlo además en la sombra, evitando además la posible sanción, escapando escurridiza por los huecos oscuros y permeables que también existen. Yo así lo siento. Para mí es así.
Siento que algunas de nosotras, criaturas humanas, traemos de serie una chispa, un piloto de alarma que se activa cuando sentimos un espacio interno comprometido por la realidad exterior. Entonces la luz de emergencia se pone en marcha para buscar la grieta, el resquicio que la conduzca a permanecer en su libertad, conquistando así un estadio más elevado y amplio, más interno e independiente: la liberación.
Los que imponen la norma pueden llamar a este mecanismo nuestro rebeldía, inconformismo, idealismo, espíritu revolucionario, y teñirlo a menudo de un halo de irresponsabilidad, de falta de visión de egoísmo o inmadurez. Puede haber algo de todo eso. O muy poco. Puede que su mirada esté teñida de manipulación encubierta, de deseo de dominación, de necesidad de imponer lo suyo por creer que es la única y la mejor vía. O puede simplemente ser instinto de supervivencia. Nadie sabe cuál es la mejor vía para mí excepto yo misma.
Crecemos mucho desde la rebeldía. Mucho más que desde la obediencia. Tal vez ahí radique la clave: en que nuestro organismo tiende de manera natural al crecimiento y eso es peligroso, mejor acotarlo para no crecer tanto, no vaya a ser que no nos quepan las alas en la jaula y tengamos que destrozarla para echar a volar.
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