Dijiste que volverías pero me mentiste.

Volvió tu cuerpo, terso, musculado, tu piel tostada y tu cabello rubio. Pero ya no eras tú.

El que traías dentro era otro, diferente al que despedí, distinto al que me prometió volver.

Y no te reconocí. Ni tu nuevo tú supo quién era yo. Tal vez también yo cambié en tu ausencia y tú también te sentiste traicionado.

Irte tú primero y yo después. Ahí estuvo el fallo. Porque el viajero siempre vuelve cambiado y nosotros al emprender la marcha pensamos que todo seguiría igual.

Dijiste que volverías pero no fuiste tú el que volviste.

Te dije que te esperaría pero no era yo la que descubriste al volver.

Cambiamos sin darnos cuenta. Nos mentimos sin querer.


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